Introducción
La soja está presente en muchos de
los productos que consumimos, como por ejemplo, en los productos de panadería,
en la comida rápida o en los cereales. Está
tan presente que para la gente alérgica a la soja es, incluso,
complicado encontrar productos que no la contengan.
La soja y sus derivados son una fuente importante de proteínas de alta calidad
y de isoflavonas (fitoestrógenos). Éstas también están presentes en otros vegetales, donde
su síntesis se produce en situaciones de estrés como la infección o la carencia
de nutrientes, jugando un papel importante en la inhibición del ataque de
patógenos y en las interacciones simbióticas entre plantas. Las dos isoflavonas
más comunes en la soja son la genisteína y la daidzeína.
Los fitoestrógenos, concretamente
las isoflavonas, son sustancias exógenas, que interfieren en la síntesis,
secreción, transporte, metabolismo y activación de receptores de las hormonas
responsables de la homeostasis, la reproducción, el desarrollo y el
comportamiento humano. Estos compuestos tienen la habilidad de unirse a
los receptores α y β de los estrógenos, mimetizando su estructura
conformacional y al actuar como disruptores endocrinos potenciales. Por ello, la
exposición a los mismos puede alterar la fertilidad provocando cambios en el
desarrollo sexual, la edad de la pubertad, los comportamientos
sexo-dependientes, la función de los ovarios y los testículos, la producción de
gametos, el embarazo o incluso en la lactancia en mamíferos.
En el año 1940, se hizo patente la
primera evidencia de que los fitoestrógenos actuaban como disruptores
endocrinos (Endocrine Disrupting Chemicals, EDCs). La afirmación de tal
evidencia se basó en un estudio hecho en la codorniz de California (Lophortyx
californicus) en el que se observó un aumento en el contenido de soja
del alimento consumido en la estación seca frente al consumido en la estación húmeda.
Así se relacionaron, por ejemplo, las bajas tasas de ovulación o los defectos
estructurales del aparato reproductor (entre otros), con la exposición a altas
concentraciones de soja durante la estación seca, que daban lugar a un Síndrome
de infertilidad denominado “Clover Disease”. (Cederroth et al., 2012).
Algunas de las propiedades
beneficiosas que se atribuyen a la soja provienen de la liberación biológica de
péptidos durante la digestión gastrointestinal o durante la fermentación de las
proteínas de la soja. Por ejemplo, los péptidos bioactivos encriptados entre
las proteínas de la soja están relacionados con actividad anticancerígena,
antihipertensiva, hipocolesterolémica, antiobesidad y con su actividad
antioxidante.
La fracción de población con
mayores tasas de consumo de soja estará expuesta, por lo general, a mayores
niveles de isoflavonas pero debe tenerse en cuenta, al considerar el grado de
exposición, el tipo de soja y el tratamiento que se le haya dado, ya que el
procesamiento tiende a disminuir los niveles de isoflavonas contenidos en el
alimento. El consumo de esta legumbre es típico de la dieta asiática, donde por
ejemplo, la ingesta por persona es de 7-8 g/día en Hong-Kong y China y de más de
20-30 g/día en Korea; en cambio en Europa o Norte América se consume menos de
1 g/día. Así los niveles de isoflavonas en el plasma de los asiáticos son de 493
nM (genisteína) y 293 nM (daidzeína), mientras que en los hombres americanos los
valores son de 33 nM y 18 nM, respectivamente. (Cederroth et al., 2012).
El metabolismo y la absorción de isoflavonas (las dos más comunes ya mencionadas) es un proceso complejo. Están inactivas al estar β-D-glicosiladas, pero cuando se ingieren se deglicosilan gracias a las βGlucosidasas bacterianas presentes en el intestino de mamíferos. Una vez que esto ocurra serán absorbidas en el intestino delgado por difusión pasiva. Su absorción en forma glicosilada es más difícil debido a su alto peso molecular y porque en este momento son hidrofílicas. Diversos estudios han confirmado que los adultos las absorben rápidamente y de forma eficaz y, a pesar de que las isoflavonas no glicosiladas se absorben mejor, parece que las glicosiladas tienen un mayor efecto biológico. (Cederroth et al., 2012).
Se han hecho varios estudios sobre
cómo se metaboliza la soja en humanos, y la conclusión es que hay diferencias
individuales, indicándose una mayor eficiencia en individuos asiáticos que en
la población occidental. Como es de esperar, esto afectará a los beneficios e
inconvenientes que su consumo pueda tener sobre el individuo.
El mecanismo de acción de las isoflavonas
se basa principalmente en la capacidad de unirse a los receptores α y β de los
estrógenos (ERα y ERβ) así como a su capacidad de mimetizar la acción
estrogénica. Tienen por lo general mayor afinidad por ERβ que por ERα y
además se observan distintos patrones de expresión en hombres y mujeres.
Parece ser que los fitoestrógenos
también afectan a la síntesis de esteroides regulando la aromatasa y la
actividad de la 5α reductasa in vitro. Además las isoflavonas desplazan la
testosterona in vitro y el estradiol de sus sitios de unión, lo cual permite
que los esteroides queden libres y que el balance de andrógenos y estrógenos se
desequilibre. Por eso debe tenerse en cuenta el efecto de los fitoestrógenos
tanto en el desarrollo, como en la función reproductiva y en el sistema
endocrino. (Cederroth et al., 2012).
Los estudios realizados son
escasos y de un tamaño muestral limitado y además, en muchas ocasiones carecen
de una estandarización que permita comparar diferentes especies o estudios
clínicos. Desafortunadamente los estudios epidemiológicos sobre cómo afecta a
largo plazo la exposición a altas concentraciones de soja o a las isoflavonas
también son escasos.
Soja, isoflavonas y hormonas
sexuales masculinas.
Anteriormente se ha comentado la
capacidad potencial de las isoflavonas de la soja como disruptores endocrinos.
Son conocidos sus efectos estrogénicos bajo ciertas condiciones experimentales.
Cada gramo de proteína de soja se
asocia aproximadamente con 3,5 mg de isoflavonas. Sabiendo que su consumo es más
elevado entre la población asiática, parece lógico utilizar como dato de
referencia la ingesta media diaria de ambos compuestos en la población adulta
japonesa, que se corresponde con 6-11 g y 25-50 g, respectivamente.
La genisteína y la daidzeína,
están presentes en la soja en diferentes formas isoméricas. Como ya se ha
indicado, las isoflavonas deben ser hidrolizadas en el intestino para poder
atravesar el epitelio y ser absorbidas y, una vez en sangre, sólo un 1-2%
circula en la forma biológicamente activa.
La proporción de isoflavonas
asimilada por el organismo de un individuo depende de diversos factores, entre
ellos la variedad de la soja y el grado de procesamiento de la misma, siendo
éste inversamente proporcional al grado de asimilación intestinal. Cabe
destacar así mismo factores genéticos, ya que es sabido que existe un
polimorfismo que determina la eficiencia en la asimilación de ciertas drogas y
nutrientes. Aproximadamente sólo un 25-35% de los occidentales poseen en su
intestino la bacteria capaz de transformar genisteína en su derivado
biológicamente más activo, el equol, siendo este porcentaje considerablemente
mayor entre la población asiática. Este dato parece relevante al indicar una
posible relación entre los potenciales efectos del consumo de soja y sus
derivados y la eficiencia individual en el metabolismo de los mismos. (Hamilton-Reeves et al., 2010).
La divulgación de posibles efectos adversos derivados del consumo de soja, incluyendo la feminización y la infertilidad, ha hecho que algunos hombres eviten estos alimentos. Varios estudios han tratado de dilucidar si la soja tiene algún efecto sobre el metabolismo hormonal masculino y si, de existir, estos efectos son positivos o negativos.
En 2008, Martínez y Lewis reportaron el caso de un
hombre de 60 años con ginecomastia y niveles extremadamente elevados de
estrógenos. El paciente decía consumir casi 3 litros de leche de soja al día,
lo cual le proporcionaba unos 300 mg de isoflavonas diarias, dosis muy superior
a los 25-50 g/día que consumen de media los hombres asiáticos. Se concluyó que
la ginecomastia en este caso estaba causada por la extremadamente elevada dosis
de isoflavonas consumidas, que habría aumentado los niveles de estrógenos
provocando un desequilibrio en el balance estrógenos/testosterona.
Dejando de lado este caso extremo,
nueve estudios evaluaron los efectos de los alimentos derivados de la soja
sobre los niveles de estrógenos en hombres. Dos de ellos mostraron cambios
significativos en dichos niveles tras la exposición a isoflavonas. Uno de estos
dos estudios se hizo en hombres de edad avanzada (mayores de 60 años) y resultó
en un aumento en los niveles de estrógenos de aproximadamente un 20% en
respuesta al consumo de 40 g/día de proteína de soja aislada, que proporciona
unos 6 mg de isoflavonas. El otro estudio implicaba a hombres jóvenes, en los
que el incremento fue mucho menor. No obstante, en ambos estudios los niveles
de estrógenos, aunque aumentados, se encontraban dentro del rango de
normalidad. (Messina, 2010). En contraste con estos dos proyectos, Nagata et al. demostraron por
su parte que la concentración de estrona tendía a disminuir en el grupo de
consumidores de soja y a aumentar en el grupo control. Los seis estudios
restantes no mostraron, sin embargo, cambios significativos en los niveles de
estrógenos.
De todos ellos se extrae la conclusión de que las isoflavonas no afectan a los niveles de estrógenos en sí mismas, sino que de haber alteraciones, estas podrían deberse a una dosis excesiva o a una hipersensibilidad del sujeto a este compuesto.
En 2010, Hamilton-Reeves et al. publicaron un meta-análisis en el que fueron incluidos 32 artículos con el fin de evaluar los efectos de la ingesta de proteína de soja e isoflavonas sobre los niveles de testosterona en los hombres. Los resultados demostraron que ni la proteína de soja, ni las isoflavonas afectan significativamente a las concentraciones de hormonas sexuales masculinas, independientemente de la edad del sujeto. Concluyeron además que los estudios que anteriormente habían mostrado alteraciones significativas eran deficientes en cuanto a su ejecución, bien por no incluir suficientes sujetos o por la ausencia de un grupo control. También podrían considerarse deficientes por no describir correctamente la composición del derivado de soja utilizado o el método de análisis de parámetros hormonales empleado, o bien por no mostrar información suficiente sobre otros componentes biológicamente activos contenidos en la soja y que podrían interferir en los efectos de las isoflavonas.
Soja y Parámetros Seminales
Por otro lado, la etiología de la
subfertilidad en parejas en edad reproductiva abarca muchos motivos.
Aproximadamente, en el 30% de los casos se debe al factor masculino y, de entre
estos, una casusa importante es la mala calidad seminal. Una de las teorías
propuestas para explicar este factor masculino es la exposición a la actividad
estrogénica de las isoflavonas presentes en la dieta, pero los estudios que
demuestran esto se han basado en situaciones in vitro y en modelos animales. (beaton et al., 2010). En
humanos, este tipo de estudios es bastante limitado.
El primer estudio realizado
(Mitchell et al., 2001) concluyó que no hay efectos significativos de la ingesta de
soja sobre los parámetros seminales. En él, se analizaron las muestras seminales
de 14 sujetos sanos de acuerdo a los parámetros de la OMS (edad entre 18
y 35 años) antes, durante y después de la ingesta, en un periodo de dos meses,
de un suplemento alimentario comercial que contenía 40 mg de isoflavonas
(genisteína, daidzeína y gliciteína). Se realizaron dos seminogramas antes de
comenzar el tratamiento, dos durante el mismo y tres análisis post-tratamiento
y en ninguna de las muestras se encontraron diferencias estadísticamente
significativas en volumen, concentración o movilidad. Los datos mostraron una
alteración (aunque no significativa) en la morfología, que atribuyeron a los
cambios en los valores de referencia de parámetros seminales de la OMS.
Un segundo estudio (Song et al., 2006)
incluyó 48 hombres con parámetros anormales y 10 controles con valores
seminales normales, que habían sido padres el año anterior (edad media 33.6±0.9
años). Estimaron la ingesta de soja y derivados a partir de un cuestionario y
analizan los parámetros seminales convencionales, además de la integridad del
DNA espermático por un análisis SCSA y la capacidad antioxidante total con un
ensayo colorimétrico. Encuentraron que las concentraciones más altas de
genisteína y daidzeína corresponden a los controles fértiles. Además, en
análisis por regresión encuentran que la ingesta de isoflavonas se relaciona
directamente con la concentración y movilidad, e inversamente con el índice de
fragmentación de DNA (DFI). No encuentraron correlación en el caso de la capacidad
antioxidante total.
Ese mismo año, Casini et al. publicaron un
caso en el que un hombre de 30 años con oligoespermia consigue mejorar sus
parámetros seminales después de 6 meses de ingesta de isoflavonas (80mg/día).
El paciente, que llevaba 3 años intentando concebir un hijo, lo consigue
gracias a una inseminación intrauterina a los tres meses de tratamiento. Ningún
otro parámetro salvo concentración, movilidad y morfología estaba alterado en
la pareja. A los tres meses de tratamiento, sus parámetros seminales estaban
dentro de valores normales, al igual que a los seis meses de tratamiento. Sin
embargo, 6 meses después de haber concluido su tratamiento, los parámetros
seminales se deterioraron. Puede aparecer aquí, el concepto de rol terapéutico de
los fitoestrógenos en el tratamiento de la oligoespermia, pero serían
necesarios más estudios.
En 2008 Chavarro et al., publicaron un
estudio que incluyó 99 pacientes (edad media 36.4±5.0 años) que acudieron a una
clínica de fertilidad y que fueron interrogados sobre su ingesta diaria de soja.
Encontraron que la ingesta de soja e isoflavonas está inversamente relacionada
con la concentración espermática y esta relación era estadísticamente
significativa. Los pacientes con ingestas de soja más altas, tuvieron de
media 35.106 espermatozoides/ml menos que aquellos que no la
consumían. No encontraron relación en el volumen, la movilidad o la morfología.
Ajustando estadísticamente a la edad, tiempo de abstinencia, índice de masa
corporal, ingesta de cafeína, alcohol o tabaco no encontraron nuevos resultados,
siendo similares a los anteriores. Para saber si la relación entre ingesta de
soja y concentración espermática se mantiene a lo largo de toda la distribución
de concentraciones, hicieron una división por cuantiles, ajustando a edad,
tiempo de abstinencia, índice de masa corporal, ingesta de cafeína, alcohol o
tabaco y observaron que la relación es más fuerte a altas concentraciones. Por
último, investigaron si existe relación entre la ingesta de soja, la
concentración espermática y el índice de masa corporal y observaron que la
asociación es más pronunciada en aquellos pacientes con sobrepeso u obesidad.
Un último estudio publicado en
2010 por Beaton et al. realizado sobre 32 sujetos de entre 20 y 40 años de edad
mostró que no hay asociación entre la ingesta de soja y los parámetros
seminales. El estudio consistió en tres tratamientos de 57 días separados por
períodos de 28 días de no tratamiento. Los tratamientos consistían en la ingesta
de proteína de leche, proteína de soja con bajo contenido en isoflavonas y
proteína de soja con alto contenido en isoflavonas ajustados a peso corporal.
Se tomaron muestras seminales en día 1 y 57 de cada tratamiento y se observó
que no existían diferencias significativas entre los parámetros analizados en
día 1 y 57 para cada tratamiento. Además, como los parámetros en día 1
fueron similares se asumió que 28 días entre tratamientos era tiempo suficiente
para volver a nivel basal.
Como muestra la Tabla 1, y a modo de resumen, podemos
decir que los estudios que relacionan la ingesta de soja y sus derivados con
los parámetros seminales, son contradictorios. Hay quien encuentra efectos
positivos (+) en el consumo de soja, quien no encuentra ningún tipo de relación
(No) o incluso quien encuentra efectos negativos (-). Ya sea por el
planteamiento del estudio, como el de Chavarro et al., que se basó en pacientes de una
clínica de fertilidad, por el tamaño de muestra, 14 ó 32 pacientes en los
estudios de Mitchell et al. o Beaton et al. o por la duración de los tratamientos, no podemos
sacar una conclusión conjunta de todos ellos.
Tabla 1: Tamaño
muestral (n) y efectos de la ingesta de soja en los parámetros seminales.
n
|
Concentración espermática
|
Movilidad espermática
|
Morfología espermática
|
Volumen de eyaculado
|
|
Mitchell et al., 2001
|
14
|
No
|
No
|
-
|
No
|
Song et al., 2006
|
48
|
+
|
+
|
No datos
|
+
|
Casini et al., 2006
|
1
|
+
|
+
|
+
|
No datos
|
Chavarro et al., 2008
|
99
|
-
|
No
|
No
|
No
|
Beaton et al., 2010
|
32
|
No
|
No
|
No
|
No
|
Sería necesario investigar si
otros factores, como la susceptibilidad a fitoestrógenos, también pueden estar
implicados en la relación entre la ingesta de soja y los parámetros seminales.
Como conclusión final, podemos
decir que la ingesta de soja dentro de una dieta equilibrada no influye en la
capacidad reproductiva masculina. En cuanto a lo que a parámetros seminales se
refiere, parece que son necesarios más estudios aleatorizados, prolongados en el
tiempo y con un tamaño muestral suficiente.
Bibliografía
- Julie H. Mitchell, Elizabeth Cawood, David Kinniburgh, Anne Provan, Andrew R. Collins and D. Stewart Irvine. Effect of a phytoestrogen food supplement on reproductive health in normal males. Clinical Science (2001) 100, 613–618
- Song G, Kochman L, Andolina E, Herko RC, Brewer KJ, Lewis V. O-115: beneficial effects of dietary intake of plant phytoestrogens on semen parameters and sperm DNA integrity in infertile men. Fertil Steril 2006;86:S49
- Jorge E. Chavarro, Thomas L. Toth, Sonita M. Sadio and Russ Hauser. Soy food and isoflavone intake in relation to semen quality parameters among men from an infertility clinic. Human Reproduction Vol.23, No.11 pp. 2584–2590, 2008
- Mark Messina. Soybean isoflavone exposure does not have feminizing effects on men: a critical examination of the clinical evidence. Fertility and Sterility, Vol. 93, No. 7, May 1, 2010
- Jill M. Hamilton-Reeves, Gabriela Vazquez, Sue J. Duval, William R. Phipps, Mindy S. Kurzer and Mark J. Messina. Clinical studies show no effects of soy protein or isoflavones on reproductive hormones in men: results of a meta-analysis. Fertility and Sterility, Vol. 94, No. 3, August 2010
- Laura K. Beaton, Brianne L. McVeigh, Barbara L. Dillingham, Johanna W. Lampe, and Alison M. Duncan . Soy protein isolates of varying isoflavone content do not adversely affect semen quality in healthy young men. Fertility and Sterility, Vol. 94, No. 5, October 2010
- Christopher Robin Cederroth , Céline Zimmermann , Serge Nef. Soy, phytoestrogens and their impact on reproductive health. Molecular and Cellular Endocrinology 355 (2012) 192–200
Elvira Menéndez González
Alea Pastor Ruiz
El primer comentario va en la línea del divulgativo. No abuséis de las frases muy largas, con muchos complementos y subordinadas. Hay varias frases que ocupan más de medio párrafo. En cualquier caso, evitadlas, ya que cansa más leer y dificulta la comprensión. Sé que este estilo es frecuente en algunos libros y artículos, pero precisamente por ser un artículo científico hay que evitarlo.
ResponderEliminarAquí sí que tenéis que citar los artículos según los vayáis comentando, pero también podéis poner un enlace directo, como os comenté en el otro artículo.
Tenéis un error al escribir las unidades. Excepto para el porcentaje (%), que se puede escribir con o sin espacio, siempre hay que poner un espacio entre el número y la unidad (realmente, es un espacio sin ruptura, que se obtiene con Alt-Espacio o Ctrl-Espacio, depende del sistema).
Cuando describáis trabajos ya realizados, utilizad el pasado, evitad el presente histórico, que no es muy preciso. Además, cuando hay varios autores se suele poner "et al." o "y col." tras el nombre del primer autor (para explicitar que hay varios autores). dependiendo del estilo, si solo hay dos autores se suelen poner ambos apellidos.
Poner la tabla es una buena idea. En Song, realmente tendríais que ponerlo en otra columna, ya que no es morfología (¿es así?).
Ahora que lo pienso, podríais poner alguna foto, etc., para que el texto no quede muy monótono.
"Estudios aleatorios" no es correcto, creo que queréis poner "aleatorizados" o algo así (tampoco me gusta mucho la palabra).
En general habéis hecho una buena revisión sobre el tema. Creo que el comentario sobre la posible variación en la susceptibilidad a fitoestrógenos es acertado (¿podéis citar algún trabajo en el que lo comenten?). Podríais añadir algún detalle interesante, como, por ejemplo, por qué Beaton y col. usan un experimento de 57 días, con 28 días de intervalo.
Después de revisarlo, hemos acortado frases y añadido fotos y corregido las citas. El problema es que algunos artículos que hemos usado para el trabajo son revisiones, que citan gran cantidad de artículos originales. Como la publicación del trabajo es en el blog, no hemos querido citar esas fuentes originales y nos hemos basado, solamente, en los artículos citados en la bibliografía para no recargar excesivamente nuestra publicación.
EliminarHemos cambiado las correcciones indicadas. En cuanto al trabajo de Song, es verdad que no se refiere a morfología, si no al índice de fragmentación de DNA que se indica entre paréntesis. Para no sobrecargar la tabla con más columnas, y dado que los demás artículos no hacen referencia a este parámetro, preferimos omitir ese dato.
En cuanto a la susceptibilidad a fitoestrógenos, no hemos encontrados ningún artículo que lo cite como tal. Es, más bien, una conclusión que extraemos nosotras al leer que el metabolismo de la soja tiene gran variabilidad interindividual y que existen polimorfismos genéticos que condicionan su asimilación.
Por último, en cuanto al hecho de por qué Beaton et al. usan un experimento de 57 días, es simplemente por probar cómo afecta la soja en 8 semanas de tratamiento. No hacen ninguna referencia más. Y emplean los 28 días de separación entre tratamientos, basándose en la conclusión de que los parámetros seminales son semejantes en el día 1 de cada tratamiento, suponiendo que es tiempo suficiente para volver a nivel basal.
No pasa nada por citar revisiones, me refería a que citáseis los trabajos de la bibliografía, no los que citan las propias revisiones.
ResponderEliminarCreo que la duración del trabajo de Beaton y col. se debe a la duración de la espermatogénesis, aunque en humanos dura un poco más. Imagino que suponen que sus tratamientos afectan a espermatogonias y espermátides, o a la maduración, y por eso inician los tratamientos en esos tiempos, para estudiar los espermatozoides que estaban en cada etapa en el momento de inicio de cada ronda.
Sí, puede que el motivo de la duración del tratamiento en el artículo de Beaton et al. sea por ese motivo, pero no lo mencionan. Aunque tiene sentido y encajaría con la duración de la espermatógenesis en el hombre.
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